Texto ganador de Ernesto Nieto en la Jam Literaria del 23 de febrero de 2018
CUENTO CRUEL PARA NIÑOS MALOS
Era un reino muy feliz,
a muchos años de hoy,
tenía el verano templado,
y un invierno de nieve y sol.
En primavera y otoño
llovía cuando conviene,
no se encontrará un lugar
que mejor el clima tiene.
Había en el país lejano
trabajo y mucho dinero,
parques y bosques colmados,
y el campo de cultivos lleno.
Nada faltaba en el reino,
todo el mundo era feliz
y no se iba a la escuela
si moqueaba la nariz.
Todos vivían tranquilos,
las familias en sus casas,
en el trabajo contentos,
y comían pocas grasas.
Sin embargo, algo fallaba,
no era dicha ni dinero,
a los reyes les faltaba,
que naciera un heredero.
Los ministros preocupados
buscaban la solución,
tenían el cerebro chato,
de pensar: ¡que confusión!
Le hacían hacer a la reina
yoga, pilates y aikido,
pero la pobre señora
sólo sufría los kilos.
El rey que estaba hasta el borde,
se bloqueó y durmió parado,
la gente al saberlo pensó
que el pobre estaba tarado.
Pero como en todo cuento,
hay un listo que se aviva
éste convenció a otro,
que buscara la salida.
A partir de ese momento
en todo lugar probable
comenzaron a buscar
a sabios y otros notables.
Los sabios les proponían
sus más antiguos remedios,
pero nadie demostró
ninguno que fuera serio.
Por eso el primer ministro,
cabreado por los apremios,
propuso al rey que buscaran,
los genios fuera del reino.
Pasaron meses y meses,
algunas semanas y días,
pero los nuevos llegados
sólo hablaban tonterías.
“No puede ser que no haya
en este mundo discreto
un solo sabio capaz,
de darme un hijo y no un nieto”.
Hasta que una mañana,
alguien raro pero fiel,
le habló de una buena maga,
que vivía en Budapest.
Al no quedar ya personas
para arreglar el suceso,
el monarca aceptó el trato
ya que no aguantaba el peso.
La maga mágicamente
apareció en la gran sala,
nadie sabe como lo hizo
pero tardó casi nada.
Escuchó con atención
lo que el rey veloz contaba,
llevaba su pájaro azul
en una jaula dorada.
Hizo un gesto con la mano
y explicó con alegría
que el canto del ruiseñor
el milagro lograría.
En un abrir y cerrar de ojos,
llevaron al pajarito,
a una sala grandota
cuidada por un perrito.
“Prometo solemnemente,
jurando jamás mentir,
que cuando cante mi ave,
tu mujer podrá parir.”
Pasaron algunos días,
pero el ave no cantaba,
la maga pidió paciencia:
“lo hará cuando tenga ganas”.
“Que nadie le pida nada
a mi pájaro cantor,
cuando él quiera y lo desee
cantará como un señor”.
Cuanto horror sintió el monarca,
Cuando ya estando en la sala,
advirtió la jaula sola
abierta y desocupada.
La noticia prontamente
por el reino se extendió,
pero el ruiseñor cerúleo
ni caminando volvió.
Fue más tarde que la gente,
al pájaro descubrió,
estaba muerto en la plaza
duro como un jamón.
Diez ministros, tres ediles,
duques, marqueses y un sastre
cortesanas y nueve condes
contemplaron el desastre.
El pueblo lloraba a gritos,
los soldados gimoteaban,
los generales contritos
por el suelo se arrastraban.
Nadie se animó a explicar,
realmente que pasó,
pero el ruiseñor azul,
frito y seco se quedó.
Como suele ocurrir siempre,
aparece alguien callado,
haciendo ver a la gente
que no estaba enterado.
Se acercó al gentío y vio
la que se había armado,
no entendía tanto lío
por un pájaro azulado.
Y entonces tomó conciencia:
“en que follón me he metido
jope si se enteraran,
si hablo me meto en líos.”
“Solo me bajé a ese bicho,
que está difunto en el suelo,
por mi buena puntería
y mi tirachinas nuevo”.
Ernesto Nieto, 7 de febrero de 2018